«Mide el tiempo en pasos, en besos, en actos, en verbos… Y harás reversible la vida». Cuando los ríos cuentan. Consejo 30

Un mes caminando junto al río. Lo sé porque me lo recordó Rafa. A veces los demás son el referente del tiempo. Desde hace un mes para mí todo son distancias…

El ave por los cielos


Despierto a las ocho. Espero a que Rafa abra los ojos. Nuestra conversación de ayer me dejó preocupada. Sabía, antes de mi partida, que los próximos kilómetros serán más difíciles, de ahí nuestro encuentro, de ahí el cambio de mochila, de ahí la pequeña máquina potabilizadora que he incorporado a mi petate, de ahí el cambio de calzado y los mapas más detallados… Me abruma el porvenir, no sólo es la escasez, es ese enorme embalse que impone una geografía artificial. Anoche mi amante me aportó informaciones determinantes. Por ejemplo: embalses como el de Riba-Roja o el de Mequinenza hacen que el delta del Ebro se hunda 6 milímetros cada año. También me contó que en los sedimentos de la presa de Mequinenza duermen capas de contaminación química y radiactiva e imagino ahora el fondo del Ebro a esas alturas, como un silencioso y oculto cementerio de contaminación.

         Le miro. Alargo el contacto y controlo el impulso de levantarme y partir. Soy como un potrillo salvaje, no es mi compañero el que me doma sino el Ebro el que me hace saltar. Me sorprende mi propio desapego y en cambio a Rafa no.

          He logrado que la nueva mochila pese 9 kilos (según la farmacia local). Me he deshecho de la riñonera, la cámara de video y la de fotos (que prácticamente no he utilizado). También me desprendo de las ceras de colores. Con el agua y la comida no superaré los diez kilos, perfecto.

          Desayuno con conciencia de que será uno de mis últimos almuerzos “civilizados” y me recreo en mi parloteo con Rafa y en la lectura. Hacemos juntos un tramo, desde la Mejana El Sotico, por un sendero de fácil comienzo. Nos han dicho que allí se yergue un árbol monumental, un álamo blanco, conocido como el “álamo del Burgo”, con un tronco de cinco metros y medio de perímetro y 23,8 metros de alto, pero no lo vemos. En cambio sí nos encontramos con una granja de animales donde las vacas mugen como si se lamentaran por el encierro.

Alegre como un potrillo

          Frente a una fábrica enorme, que irrumpe en el paisaje con chimeneas y camiones, volvemos a separarnos. Acopio toda la respiración y todo el latido que lleva nuestro abrazo y hago como la primera vez: no me doy la vuelta. El siguiente encuentro será en el Mediterráneo. Justo a las puertas de la industria un cartel anuncia: “Cañada Real Las Peñas”. Por ella vuelve Rafa a Burgo de Ebro, donde le espera el coche.

          A las once de la mañana tomo un respiro bajo unos chopos sin moscas, sentada en un banco de plástico que bien podrían haber instalado unos niños en sus juegos. Mi relación con el mapa sigue siendo un diálogo para sordos. Yo avanzo y él permanece, mientras el río va improvisando. Imagino que he sorteado la Mejana del Marqués, un “barrio” de casitas de campo o urbanización rural de Fuentes de Ebro, con indicaciones para los automovilistas de “ojo, niños” u “ojo, bicis”.

          El Ebro va acusando la aridez de lo que fue un antiquísimo mar interior. Los afluentes se hacen más débiles y escasos, y los suelos, más resecos e improductivos. La fertilidad del suelo queda prácticamente relegada a las riberas, cada vez más estrechas. Me acerco al desierto de los Monegros, con sus lagunillas saladas, yesos y calizas.

          Son las horas del sol alto pero no descanso, simplemente reduzco la velocidad de mi paso. A partir de hoy las poblaciones están cada vez más alejadas y eso significa uqe el acceso al agua será cada vez más difícil. Por eso quiero sopesar cuánto bebo al cabo del día, así sabré cuántas botellas necesito. Ésta será una jornada “de entrenamiento”, sé que llegaré a Quinto de Ebro tarde, de noche.

Sestear en el camino como los gatos

          El camino regala pequeños encuentros: 7 pescadores juntos en una presa, aves picando entre los cultivos (son esbeltas, de cuerpo largo y blanco y alas grandes y negras, patas largas, elegantes, ¿serán garzas?)… y un puente de ferrocarril con muchos ojos que cruza el Ebro. El tren debería pasar por este tubo agujereado, una enorme viga de hormigón, con la apariencia de una celosía metálica, por la que debía penetrar el tren, pero no lo hace. El río tendrá en este cruce unos 100 metros de anchura La obra se apoya en ambos márgenes del Ebro y es de tal envergadura que bien pudiera sostener el paso del AVE, pero en mi mapa no figura este cruce.

          Aunque se trata del lugar menos idílico del camino, aquí me quedo. He pasado por otros más bellos como  el “Soto de la Barca”, o aquel en el que pastaban vacas y caballos…pero aquí me descalzo y cuelo mis pies en el agua. Mastico con parsimonia unas frutas de Aragón bañadas en chocolate y dos peras… y me dejo llevar por el sueño.

          Dos horas y media más tarde despierto empapada. El sol empieza a perder su fuerza y aún así todo arde. Mis pasos se vuelven minúsculos y no consigo avanzar a la velocidad que necesito. Alcanzo Pina de Ebro a cámara lenta. Los metros más largos son los que separan la entrada de un pueblo del lugar donde se puede calmar la sed. No he bebido lo suficiente, por eso me duelen las articulaciones. Cuando alcanzo el bar, pido un granizado de café, un vaso de agua, un granizado de limón… en este orden y casi el mismo tiempo. Luego paso a saciar el hambre…

No, el desarrollo no es inócuo

          Escribo mientras rebaño una enorme ensalada, que sabe a gloria, y espero el segundo plato. Como a pequeños bocados (tengo el estómago lleno de líquido) mientras centro mi atención donde miramos todos: en la lámpara que fríe las oleadas de mosquitos que entran en el local según se abre la puerta, esto hace que cada persona que entra sea recibida con un crepitar de minúsculos aplausos (en realidad insectos asados). Enseguida me doy cuenta que no soy la única fascinada con el desagradable espectáculo, un lugareño también lo observa con detenimiento. Lleva una especie de diadema gris que enseguida descubro que son unos auriculares. Es sordo. Como si me hubiera leído el pensamiento me explica que fumigan el pueblo una vez al mes para acabar con la plaga pero que en verano no es suficiente. Lo hacen de día, cuando los mosquitos “duermen”, de modo que cuando llega la noche comienza la batalla…

          Perdió el oído por razones laborales, ha sido maquinista de tren. Le han operado 25 veces y aún le queda una trompa por recuperar. No quiere más intervenciones, lo único a lo que aspira es a ponerse el audífono en sus gafas bifocales, que se oscurecen con la luz. Está encantado con ellas, me muestra todas sus posibilidades, como quien luce su coche nuevo. A sus “supergafas” sólo le faltan los auriculares y este “extra” cuesta 1.500 euros, demasiado para él, que es pensionista, así que ahí está, ahorrando.

          Le observo. El “desarrollo” no es inócuo pasa por la carne amén de generar desigualdades sociales. Pienso en el AVE, el no va más de los ferrocarriles. Caí bajo su puente como nunca me había pasado, quedé sin energía. ¿Cuánta energía necesita un ferrocarril como el de Alta Velocidad para moverse? ¿Necesitará también la mía?. De golpe recuerdo a una amiga mía, azafata del AVE que enlaza Madrid con Sevilla. Las trabajadoras de esta línea abortan con mucha facilidad, tanta, que el comité de empresa ha conseguido lo que en ningún otro centro de trabajo: en cuanto se saben embarazadas les conceden una baja, que dura los 9 meses de gestación más los de rigor como baja maternal. Eso las que llegan a engendrar porque, por el camino, hay mujeres que tardan años en ser fértiles. Las chicas dicen que todo se debe a las radiaciones electromagnéticas, pero nadie les ha dado pruebas fehacientes.

          Pregunté a mi amiga si había alguna que hubiera dejado ese trabajo porque minaba la fertilidad de sus ovarios y me dijo que todas ellas son jóvenes y no tienen prisa en parir. Usan un increíble y potente anovulatorio laboral. Tienen un trabajo. Qué encrucijada tan falsa…La evolución tecnológica se confunde con la evolución propiamente dicha. El progreso no siempre significa avance. La tecnología no es neutral, mi vecino de mesa lo sabe. Mira el crepitar de los mosquitos pero no los oye, lo que le fascina es el movimiento que genera a su alrededor.